Algunos Grimas alrededor del Mundo.
Clara Grima: La importancia de llamarse Grima
Publicado por Clara Grima
No es fácil llamarse Clara Grima
y decir que eres matemática, créanme. Con los genios del humor que
tenemos en el país, en general, y los graciosos convencidos que tenemos
en Sevilla, en particular, hay que sonreír muchas veces (una es de
barrio pobre pero muy educada) con los dientes apretados cuando te hacen
el chiste. Eso sí, recitando entre dientes alguno de los poemas que
aprendí en mi barrio cuando algún yonqui no llegaba a buen puerto en la
transacción comercial con aquellos señores con cara de malo a los que
conocíamos con el nombre de camellos. Pero de este tema, del chiste de
llamarse Clara Grima y ser matemática, ya he hablado mucho y, de hecho,
aparece en la biografía que tienen un poco a la derecha, en este mismo
blog. Quería reventarles la gracia a algunos graciosillos de Menéame por si llegado el caso alguna de las entradas se paseaba por el portal. Lo siento, no siempre soy tan buena gente.
Si
además eres una gafotas desde los cinco años y una empollona que usaba
cuatro cartulinas cada vez que pedían un mural en clase de Ciencias o
Historia, la cosa se complica… Pero se supera. Más o menos.
Lo malo es que cuando crees que ya hiciste callo y no puede afectarte el chistecito de marras
porque eres una persona adulta y tal, descubres con horror que tu
querido apellido además puede dificultar tu acceso a un abono de la
ópera. Sí, hubo un tiempo en el que mi santo (como diría Elvira) y yo fuimos dinkys (¿se sigue usando ese término?), intentábamos comprar un abono para el Teatro de la Maestranza de Sevilla (no es la plaza de toros, para los alógenos) y nos encontramos con que uno de los procesos de selección para los clientes era un sorteo en función de los apellidos,
absolutamente demencial desde el punto de vista de la probabilidad.
Pero, por Bayes, ¿cómo podía ser esto? No sé si lo siguen haciendo así,
creo que no, pero en cualquier caso ya no solo no somos dinkys
sino que somos funcionarios y nuestro poder adquisitivo, también en
consumo cultural, se ha visto mermado en los últimos tiempos.
El sorteo consiste en sacar una letra de las 27 del alfabeto
y empezar a contar, en la lista de aspirantes, desde el primer apellido
posterior (o anterior en otros casos) a la citada letra hasta completar
el número de agraciados. No tiene desperdicio, ¿eh?
Cada vez que me acuerdo, cuento la anécdota como algo pasado y antiguo, pero me entero, a través de mi colega y amiga Belén Palop, de que ese tipo de sorteos se siguen haciendo, por ejemplo, para dirimir empates en la puntuación en los procesos de admisión de alumnado en la Junta de Castilla y León.
Pero, vamos a ver, en toda la Dirección General de Política Educativa
Escolar de la citada Junta, ¿no hay nadie que sepa unos mínimos de
probabilidad?
Ese
tipo de sorteos es absolutamente injusto, puesto que hay algunos
apellidos que juegan con más papeletas que otros. ¿Cómo puede ser
alguien beneficiado frente a otro por el simple hecho de llamarse, por
ejemplo, Abad? No tengo nada en contra de nadie que se llame Abad de primer apellido, pero, macho, es que juega con muchas papeletas, mientras que los Grima vamos detrás de todos los García, Gómez, González…
Me
parece desde cualquier punto de vista muy preocupante que en el acceso a
la Educación alguien pueda verse perjudicado por un problema grave de anumerismo. Por si alguien no lo ha oído antes, anumerismo es un término acuñado por John Alles Paulos para designar la falta de conocimientos básicos de matemáticas.
Pero
mi sorpresa no se queda ahí porque, intrigada, me puse a navegar un
poco para ver si se usaban este tipo de criterios en otro tipo de
sorteos. Y, adivinen…
Pues sí, esta era fácil. También se usa este tipo de sorteos en la región de Murcia para, agárrense que es fuerte, el desempate en las convocatorias para la provisión de puestos de trabajo de la Administración Regional por el Sistema de Concurso de Méritos, que se convoquen durante 2013.
¿Les
estoy diciendo que en caso de empate en un concurso de méritos para un
puesto de trabajo su apellido le puede causar agravio comparativo?
¡Digo! Así es. A no ser que tenga usted un apellido que no pase por
estos concursos de méritos y solo necesite un conveniente dedo que lo
señale, claro…
Y sí, esto no es cosa de provincias, que en el Ayuntamiento de Madrid, también, miren si no cómo lo hacen para la adjudicación de plazas en Centros Abiertos Especiales y Centros Integrados.
Por
si algún desconfiado está dudando de mi palabra y no se cree que estos
sorteos sacando una bola con una letra y a partir de ahí, en el orden
convenido, se elijan a los aspirantes según su apellido o apellidos son
del todo injustos, voy a tratar de explicarlo con un ejemplo.
Como
no tengo las listas de los concursos enlazados anteriormente en esta
entrada, voy a usar una lista pública en la que además estoy yo, la
lista de profesores de mi departamento con docencia en mi mismo centro.
Imaginemos
que, por sorteo, vamos a elegir a uno de los profesores de mi
departamento para concederle una paga especial de, no sé, 5000 euros.
Puestos a imaginar… Sacamos una letra y elegimos al primero, por orden
descendente, por el primer apellido.
Pues bien, yo no tengo papeletas en ese sorteo. ¿Por qué? Pues porque si en el mejor de los casos sale la G, se lo llevaría Garijo que es el primer apellido en orden descendente.
Solo
juegan aquellos cuyo primer apellido es el primero, alfabéticamente,
entre los que empiezan con esa misma letra. Pero, pero, no todos tienen
la misma probabilidad. Porque Garijo solo gana en el caso de que salga la G en la bolita, pero vamos a pararnos un poquito y veamos qué pasa en otros casos.
Por ejemplo, mi compañera Fernández Delgado, ganaría con la bola de la E (ningún apellido de esta lista comienza con E) y con la bola de la F. Es decir, tiene, por ejemplo, el doble de probabilidad de salir que Garijo e infinita más que Grima. Jiménez saldría con la bola de la I (ningún apellido de esta lista comienza con I) y con la bola de la J. Lo mismo pasa con López que juega con la bola de la K y de la L. Osuna juega con 3 bolas: la de la N, la de la Ñ y la de la O. Real juega con 2 bolas: Q y R, Valeiras con 3 bolas: T, U y V, y Álvarez con 5 bolas: W, X, Y, Z y A. Toma ya.
Pongo aquí una tabla con las probabilidades de cada uno en el caso de un sorteo de estos de las letritas, con un solo premiado.
Para calcular la probabilidad de cada candidato, basta con dividir el número de bolas que le dan el premio, 5 en el caso de Álvarez, entre el número total de bolas, 27. Bueno, luego he multiplicado por 100 para escribirlo con porcentajes que parece que gusta más.
¿Me creéis ahora? Si me creéis, seguid.
Si el premio del sorteo son para 2 afortunados, dan 2 premios,
algunos de los que antes tenían probabilidad 0 de ganar, ahora tendrán
una probabilidad positiva, concretamente los segundos, alfabéticamente,
de cada apellido. Pero Grima, ná.
En cualquier caso, entre los que llevan ahora papeletas siguen existiendo diferencias: Férnandez Delgado juega con la D, con la E y con la F, mientras que Fernández Lebrón solo con la E y la F.
¿Y si damos 3 premios?
Pues tampoco me toca nada. Pero fíjense además en que entre los
compañeros que sí juegan hay alguno que tiene casi un 30% de
probabilidades de salir. Manda narices…
Resumiendo,
yo no tendré papeletas hasta que no haya tantos premios o más que mi
número de orden, alfabéticamente, en la letra G. Pero tampoco en ese
caso tendría las mismas probabilidades de ganar que Garijo que es la
primera, alfabéticamente, de mi letra.
Espero
a estas alturas haberos convencido de que este tipo de sorteos es
absolutamente injusto y se han usado, y se siguen usando, para
adjudicaciones que pueden ser fundamentales en la vida de una persona,
no es la ópera, es un colegio, un trabajo, una casa…
Pero qué se puede esperar de un país en el que se le niega una beca de investigación (sin mucho futuro, francamente) al mejor físico joven experimental según la Sociedad Europea de Física, español, por cierto…
¡Viva el vino! Y tal.